No debe darse por sentada la capacidad de los jóvenes para aprovechar las oportunidades que se les presentan en una economía rural en evolución.

La transformación rural facilita cada vez más los vínculos entre los espacios rurales y urbanos, así como el cambio en la naturaleza del empleo. Como consecuencia de la revolución digital, el acceso a la información es un factor importante para el éxito de las actividades tanto dentro como fuera del sector agrario. Los tipos de competencias necesarias para tener éxito también están cambiando con rapidez.

Para poder prosperar en ese nuevo mundo laboral, los jóvenes tienen que saber cómo buscar información y crear redes de contacto. Además de contar con competencias técnicas básicas, tienen que saber emplear el pensamiento crítico y solventar problemas. También deben disponer de las habilidades no cognitivas necesarias para ser meticulosos, receptivos y capaces de congeniar con otras personas. Las instituciones educativas se enfrentan al gran desafío de satisfacer las necesidades que surjan de este nuevo mundo laboral.

Problemas y soluciones

Si quieren dedicarse a la agricultura, los jóvenes también necesitan span class="tooltip" data-tooltip-content="#tip_con6">acceder a la tierra. Pero en África Subsahariana las parcelas son cada vez más pequeñas y están más fragmentadas. Los padres son más longevos y las explotaciones agrícolas con fines comerciales compiten por los terrenos. En esa región, mientras que uno de cada tres adultos posee tierras, esta proporción se reduce a menos de una de cada diez personas cuando se trata de jóvenes. La revolución digital puede facilitar el registro de tierras y el mercado de alquileres, y un replanteamiento de las normas de derecho sucesorio puede a su vez ofrecer soluciones.

Para ocupar el lugar que les corresponde en las economías rurales en transformación, los jóvenes necesitan acceder a la financiación, lo que les ayudaría a satisfacer la cada vez mayor demanda de productos frescos de las ciudades en crecimiento, o les permitiría invertir en actividades no agrícolas. De momento, los jóvenes apenas disponen de activos, suelen carecer de cuentas bancarias y, a menudo, sus niveles de conectividad son deficientes. Los servicios financieros digitales ofrecen parte de la solución.

Vivir en el medio rural y ser joven y mujer puede conllevar una carga triple. En las economías menos transformadas, la educación de las mujeres rurales registra los niveles más bajos. En comparación con los hombres jóvenes del medio rural, las mujeres jóvenes tienen solo el 50 por ciento de posibilidades de ser propietarias exclusivas de una parcela de tierra; además, la probabilidad de que no trabajen ni vayan a la escuela es casi dos veces mayor, al igual que son mucho más altas las opciones de contraer matrimonio y dedicar su tiempo a la crianza de los hijos.

Una mujer joven del medio rural de Bolivia, Camboya o el Níger que disponga de un teléfono móvil inteligente puede acceder a información, ideas y posibilidades inimaginables para sus padres. Sin embargo, todos estos espectaculares cambios económicos y tecnológicos avanzan a un ritmo mucho mayor que las normas sociales. Los valores tradicionales relacionados con la escolarización, el matrimonio y la crianza de los hijos, y las opciones profesionales disponibles pueden suponer un lastre para las mujeres y las niñas.